Dejar de aguantar, empezar a habitarme: el collage como herramienta transformadora

Dejar de aguantar, empezar a habitarme: el collage como herramienta transformadora

Romper un patrón y volver a mí

Entonces…
Estoy en este momento en el café Quínoa, que me trae mucha paz, escribiendo el segundo capítulo del blog.

Siempre tuve en mi mente este sueño —muy loco porque era bien simple de cumplir— y ahora lo estoy haciendo.
Y estoy tan feliz.

(La mesita donde escribo 🫶🏻)

Obvio que lo que me va a pasar es que nunca lo encuentro perfecto para publicar, pero hoy mi mantra es:
“mejor hecho que perfecto”
y lo voy a honrar.

Tengo 40 minutos antes de volver a casa a hacerme cargo de los peques.
Así que aquí voy.
Escribir desde el corazón y contar algo que me pasó ayer…
Y que tal vez pueda ayudar a alguien que esté allá afuera.

(Paréntesis: la otra vez fui a un tarotista-astrólogo —el Brujo Urbano, excelente btw, por si lo quieren googlear— y me dijo que para destrabar la creatividad, debía hacer… pero no hacer para mí.
Hacer para los demás.
Porque eso, en el fondo, es lo que me mueve...)

Y sí.
Eso me pasa.
Y por eso mismo necesito compartir esto.
Porque lo que viví ayer tiene que ver con romper un patrón… pero también con destrabar la creatividad con sentido, con propósito.
Con eso que tal vez pueda tocarle el corazón a otra persona.


Cuando el cuerpo habla bajito… y por fin lo escuchas

Ayer estaba con la energía por el suelo.
Sentía el cuerpo pesado… ya venía un resfrío coqueteándome hace rato, y parece que ayer decidió instalarse en mí.
Y lo que hago siempre en esos casos es… aguantar.

Hacer como si nada.
Seguir con el día.
Sacar a los niños a la plaza. Hacer todo. Cumplir todo.
Aunque esté a punto de explotar, por dentro.

Y mirando en retrospectiva…
la verdad es que siempre exploto.
Solo que al final. Cuando ya no puedo más.

Y ahí pasa algo bien paradójico…
Por tratar de no dañar, uno aguanta.
Y por aguantar, termina dañando.
A los demás… y a una misma.
Porque dejarse de lado también duele.

Pedí ayuda (y eso también es revolucionario)

En vez de apretar los dientes y seguir,
llamé a mi mamá.
Tuve suerte, estaba disponible —que también sé que es un privilegio—
y me quedé en la casa.

Saqué revistas.
Puse primero un podcast, y luego música. Siento que es clave para no meterle tanta cabeza.
Me dejé llevar.
Empecé a recortar imágenes, frases, lo que me hacía sentido…
Te juro que en un momento es como si los ojos le dieran la indicación a las manos para que se muevan y recorten.


Cuando hago collage, me escucho sin palabras

Seguí en eso...en el fluir de las manos, de los ojos..
Y sin darme cuenta,
empecé a sentirme mejor.

Fue solo eso:
manos ocupadas.
mente suelta.
espacio para mí. Muy cliché, pero es real....espacio para mí.

Y otra vez, el collage me trajo una sorpresa.
Porque al ordenar lo que había recortado, me di cuenta de lo que me estaba pasando.
Mi interior hablándome en imágenes.


Convertí ese momento en algo que se queda

Después de buscar a los niños, volví a la casa.
Y armé unos cuadros con todo esto.
Un collage-refugio.
Un recordatorio.
Primero sin pegarlos. 
Dejé a la mente reposar...y además ya estaba muy cansada. 

Hoy pretendo, después de escribir este artículo y si los peques lo permiten...
Pegarlos en las paredes de mi casa,
como un símbolo de que ayer me escuché.
De que ayer me elegí.


Tu casa también puede ayudarte

A veces creemos que las casas son solo decorado, estética, cosas lindas…
Pero para mí, después de varias vueltas, son mucho más.
Son espejo.
Son reflejo.
Y también pueden ser aliadas.

Cuando nos escuchamos…
cuando hacemos espacio para lo que necesitamos de verdad,
la casa también empieza a hablar.
Y puede convertirse en ese lugar que nos recuerda, nos calma y nos acompaña.


Si estás cansada/o… frustrada/o… con el cuerpo pidiendo pausa o simplemente sientes invitación a crear.

Te invito a probar esto:
Toma un par de revistas, una tijera, pon música o un podcast (créeme, clave para dejar fluir sin tanta cabeza)
Y deja que las imágenes te elijan.
No lo pienses. Solo siente.

Y si algo de lo que recortas lo quieres dejar en tu casa,
en un rincón, en un marco, en una libreta…
hazlo.

Porque ese acto simple
puede ser mucho más que un collage:
puede ser un espejo de lo que estás necesitando.
Un recordatorio
de que escucharte… también es cuidarte.

✨ Entonces, ¿qué significa todo esto?

Lo que viví ayer me recordó, una vez más, lo que compartí en el primer artículo del blog:
Que una casa no solo se habita, se siente.
Que más allá del color de las paredes o del macetero perfecto, hay algo más profundo que podemos cultivar en nuestro espacio.
Y eso parte siempre desde adentro.

👉 Si aún no lo has leído, te lo dejo por acá:
Cómo transformar tu casa en un hogar con alma

Porque como es adentro… es afuera.
Y como cuidamos nuestro hogar… también podemos aprender a cuidarnos a nosotras mismas.

Esta vez, no decoré.
Esta vez me escuché.
Y desde ahí, mi casa volvió a ser mi aliada.

Hoy, el collage es la herramienta que tengo a mano.
Me conecta, me calma, me muestra lo que a veces no sé decir.
Y lo más lindo: me deja regalitos para la casa.
Fragmentos de mí… que después me recuerdan que ese día me elegí.
Me falta mucho en composición, en técnica, en “hacerlo bien”...
Pero nuevamente: "Mejor hecho que perfecto".

Gracias @catadonzecollage por inspirarme a probar,
a soltar el control y crear.

Después de volver a casa, hacer panorama con los niños y ya con la noche encima… me senté a mirar lo que había recortado.

Sin planearlo, terminé armando tres collages. Una pequeña serie que ahora queda como recuerdo de ese día en que me escuché.

 

 

 

Regresar al blog

Deja un comentario